¿Dónde encuentra su motivación como artista?

La búsqueda de este momento irrepetible. Muchas de mis obras dependen en gran medida de la luz. Porque la luz nunca es la misma, hay un potencial muy sensual en la forma en que la percibimos.
Una imagen puede ser estática, pero se modifica por el efecto de la luz. Esto desencadena una asociación mental o un recuerdo en la mente del espectador, que siempre es algo muy personal.

¿Cuándo se siente más inspirado?

Como mi trabajo suele ser bastante desordenado, hay que limpiar después. La limpieza es un proceso de depuración en el que recojo los restos a mano. Se podría decir que estoy teniendo un diálogo con mi propio trabajo.
Pienso en si realmente necesito deshacerme de algo o si podría llevarme a algún sitio.

¿Qué le pone de buen humor?

Comprender que he tomado las decisiones correctas y que el producto final está a la altura de la visión inicial. Es como si de repente se me quitara el peso de encima y sintiera que todo mi trabajo duro ha dado sus frutos. Después de eso, sigo trabajando hasta que todo esté terminado y el siguiente ciclo pueda comenzar con una nueva serie.

¿Qué tipo de temas le atraen?

Al principio, solía llamar a mis obras pintura de paisaje porque elegía motivos como ruinas, vallas o terrenos baldíos. Esas obras bidimensionales evolucionaron poco a poco hasta convertirse en esculturas hechas con materiales para cercados. Me interesaban los límites: los límites de la percepción, los límites de la posibilidad, los límites de la imaginación. También quiero que mi trabajo rompa el tabú de que el arte es intocable. Animo a mis espectadores a tocar las obras, siempre que tengan cuidado.